Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


sábado, 14 de mayo de 2011

Oratorio fúnebre

La Indagación de Peter Weiss. Dirección y versión: Charo Amador. Interpretación: Alumnos de 4º de Interpretación textual. Sala García Lorca de La RESAD. Madrid, 2011.


Peter Weiss, es uno de los autores principales del llamado Teatro Documento, así denominaron un grupo de dramaturgos alemanes a un género teatral caracterizado por tomar argumentos de la actualidad política y social y llevarlos a la escena sin aparente intervención dramatúrgica. El espectador experimenta la impresión de estar viviendo lo que se representa a tiempo a real, sin moralejas que adulteren lo que verdaderamente ocurrió y sin mano de autor que nos conduzca a ninguna ideología en particular. Este género se inspira en el teatro político de Piscator que pretendía, como el teatro épico brechtiano, educar la capacidad de juicio crítico del espectador, en tiempos en los que era de especial importancia tenerlo afinado.


Si esta escuela teatral surge, es con el propósito de que la realidad sea sometida a un juicio constante y que futuras generaciones sometan a juicio su realidad de semejante manera. Por este motivo es un tanto contradictorio poner en escena esta obra hoy.

La obra reproduce los juicios de Auschwitz llevados a cabo a los políticos y funcionarios de dichos campos de concentración durante el régimen nazi, a los que Peter Weiss acudió en calidad de testigo. Este juicio junto a los llevados a cabo en Nüremberg, sirvieron como catarsis al sufrimiento del pueblo judío infligido por el funcionariado nazi en los campos de concentración.

La obra se nos presenta un escenario diáfano en forma de pasarela, casi vacío, con excepción de unas cuantas sillas a derecha y a izquierda dónde comparecen los acusados, todos ellos funcionarios y custodios de los campos de concentración. El fondo del escenario servirá como pantalla para proyectar las caras reales de los acusados. El sentido de estas proyecciones es un tanto vago, pues no son funcionales y no se integran en la totalidad del espectáculo. Las proyecciones han de servir para enriquecer el sentido de la obra desde otra perspectiva, y no subrayarlo literalmente, pues se torna redundante.


La obra posee tratamiento de tragedia desde su concepción, pues el autor la divide en once cantos y un oratorio. La dirección ha llevado este hecho hasta las últimas consecuencias, los testigos comparecen uno a uno contando las atrocidades experimentadas en los campos, para después alternarse con las intervenciones del coro que repiten a modo de funesto estribillo frases sueltas del testimonio. Entre testimonio y testimonio, bailarines ilustran alegóricamente el dolor de lo vivido además de distender un tanto el ánimo del espectador sobrecogido por los relatos.

Los actores interpretan tanto a acusados como a testigos, lo que supone un acierto pues nos recuerda que nos hallamos dentro de una ficción, que está al servicio de mantener siempre alerta el sentido crítico del espectador. Dicha coralidad sirve, también, como refuerzo expresivo.


Las interpretaciones son sobrias y ajustadas, aunque quizás se abuse un tanto del hieratismo, que si bien es un recurso que apoya la intención de manipular lo menos posible, ha de romperse con escasos gestos pero muy precisos, que en ocasiones se echaban de menos.


El espectáculo es digno de un cuarto de interpretación en cuanto a su acabado final y da cuenta de unos artistas que han trabajado duro para dar lo mejor de sí.


El público conmovido aplaudió la dedicación y la pasión de estos alumnos en su trabajo final.


Ana María García

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